• Celebración

    Oleo sobre tabla
    110×80 cm
    Año 1976

Bio

ALFREDO ZORRILLA

Alfredo Zorrilla de San Martín nace el 10 de Abril de 1927 en Montevideo, Uruguay, en una quinta de las afueras de la ciudad, donde transcurre su infancia en medio de una numerosa familia formada, en mayoría, por gente del Novecientos.

Una inmediata vocación de las artes plásticas culmina a los 8 años en un Concurso de Pintura organizado por Juana de Ibarbourou, en que obtiene el Primer Premio.

Pinta en forma irregular y siempre como autodidacta, durante la época de sus estudios, obtiene en 1960 el título de Abogado, cuya profesión ejerce activamente.

Desde la década del 50 hace una pintura figurativa, expresiva o creativa, a la que puede agregarse el calificativo de poética, cuya preocupación es la puramente estética de perseguir la creación de un acorde armonioso.

Renuente, en general, a exponer sus obras y absorbido por la profesión liberal, sólo ha realizado las siguientes muestras individuales:

1962 – Teatro La Máscara, Montevideo.

1969 – Galería La Ciudad, Buenos Aires.

1975 – Rescate, barra de Maldonado.

1976 – Rescate, barra de Maldonado.

1976 – Galería Moretti, Montevideo.

1977 – Rescate, barra de Maldonado

1979 a 1982 – Pappagallo, Punta del Este.

1984 – Galería Manzione, Punta del Este.

Existen obras suyas en el Museo de la Construcción (Casa de Toribio), en Montevideo y Museo General Aparicio Saravia en Cerro Largo, Uruguay, y en colecciones privadas de Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Colombia, Venezuela, México, Estados Unidos, Alemania y Suiza.

De César Magrini, publicado en “El Cronista Comercial” de Buenos Aires, el 9 de octubre de 1969, con plena vigencia respecto a la actual producción de Zorrilla:

“Cuando comencé a recorrer los óleos de AZ de SM, recordé intensamente a Marcel Proust. No sé por qué, pero encontraba en ellos esa presencia del escritor francés. De paso, recomiendo al lector una visita a esta galería “La Ciudad”, en Maipú 971, local 18. Se trepa una blanquísima escalera y se tiene la ilusión de estar en un barco, entre los muros por el corredor túnel que conecta Florida con Maipú… Vuelvo a los cuadros. Me cautivaron desde el vamos. Si tuviera que definirlos, diría ¡Y con qué originalidad! ¡Y con que equilibrio!¡Y con que delicioso humor e invariable buen gusto!  Recorro los cuadros: el de Proust, el de Rosita Quiroga, el de una planchadísima reunión de Jockey Club, el de Arolas, el de un familiar “dejeuner sur l´herbe” bien a la moda de principios de siglo.

Y se equivoca el que piense que se trata de un pintor anecdótico o descriptivo o literario. Nada de eso. Pasan por sus cuadros una ráfaga de Figari, un estremecimiento de Van Gogh, composiciones que recuerdan a Renoir, unas “terrasse” de Paris, tipo Raffaell.

Pero esto tampoco significa que Z. de SM pierda personalidad. Esta pintando una época bien determinada, época de chambergos, de sombreros con flores y pájaros embalsamados, de rígidas pecheras y rígidos mostachos de insolentes “lengues”, de lentos “picnics”, de somnolientos Fords “o bigotes” de “ fiacres”, de sombreros hongo, de niños vestidos de marineros, de fotos de familia, de incipientes cuadros de fútbol, que casi parecen un escuadroncito de húsares. Y lo hace con lirismo, con  ternura, con oficio. Con colores que son un sostenido consuelo; sus blancos sus rosados, sus amarillos, el chispazo de un naranja, la dulzura de un ocre. Y el negro, mucho negro. Y ningún rasgo definido en las caras de nadie; las épocas no tienen cara, tienen alma. Z de SM ha apresado esa época de la única manera que permite conservarla intacta; con ojos, con mano, con corazón de poeta”.